Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1889-1890 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 8 de noviembre de 1889
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Martos y Sr. Cánovas del Castillo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 37, 1125-1128
Tema: Aprobación legislativa de los presupuestos de 1889-90

Tengo la seguridad, Sres. Diputados, de que el mismo Sr. Pedregal está asombrado de las cosas que le hacen decir, y se habrá preguntado muchas veces: pero ¿es cierto que yo he dicho eso? Yo me alegro, porque eso da a S.S. la importancia que merece, toda vez que atribuyen a todas sus palabras una intención casi sobrenatural, para llegar con ella a sitios, a alturas, a cosas y a personas donde no alcanza la intención de nadie.

Pero sea de ello lo que quiera, a mí me importa demostrar que el Gobierno no ha tenido deficiencias de ninguna clase sobre este asunto, porque el señor Pedregal dijo lo que dijo y no lo que supone el señor Martos, siguiendo en esto la idea iniciada por su actual jefe el Sr. Cánovas del Castillo. (El Sr. Martos: Esas son vulgaridades recogidas en el arroyo).

Bueno; yo me alegro, digo mal, lo siento, que el Sr. Martos crea que le he dirigido una ofensa y se sienta molestado... (El Sr. Martos: No me molesta. ¿No ha sido jefe mío S.S.?).

Pues si no le molesta, lo ha parecido; ha parecido que yo dirigía a S.S. una injuria cuando he dicho lo que ya ha dicho la prensa y lo que S.S. mismo está demostrando con su conducta; esto es, que en la batalla parlamentaria que SS. SS. están sosteniendo, el Sr. Cánovas del Castillo es el jefe. Pero, en fin, si eso lo considera el Sr. Martos como una ofensa, yo, que no quiero ofender a S.S.? (El Sr. Martos: No; es una vulgaridad y una inexactitud).

Vulgaridad es la que dice S.S. ahora, como otras vulgaridades que le hemos oído; porque ahora me autoriza S.S. mismo para decirle que su discurso de esta noche esta lleno de vulgaridades? (El Sr. Martos: Bueno es aprender). Y necesita S.S. aprender, no de mí, sino de muchos Sres. Diputados. (El Sr. Martos: Yo de quien procuro aprender en eso de vulgaridades es de S.S. -Rumores).

El Sr. Pedregal estaba discutiendo con el partido conservador, y había hecho alusión en las palabras que pronunció a ciertas artes políticas, a ciertas? voy a decir la palabra, intrigas que pudiera urdir el partido conservador para conquistar el Poder por estos o los otros medios; y en este sentido, y dirigiéndose al partido conservador, le hacía ciertas inculpaciones. Entendí yo entonces que era cortés de mi parte dejar al partido conservador defenderse de los ataques del Sr. Pedregal sin que en medio de esos ataques revistiera, a mi juicio, tal importancia la parte que a la Regia prerrogativa se refería, que no bastase que el mismo partido conservador, al defenderse, hiciera respecto de aquélla las observaciones procedentes, sin perjuicio de que el Gobierno, si estas observaciones no le parecían bastante, añadiera después todas las que el caso reclamase.

Porque, Sres. Diputados, ¿cuál era mi situación en aquel momento? Sencillamente, para contrarrestar las ideas vertidas por el Sr. Pedregal, tenía yo que hacer la defensa del partido conservador, y me detenía esta necesidad del debate, no porque yo no quiera defender al partido conservador siempre que defensa merezca, sino porque inspirado, como lo está hoy, por ciertos elementos que me miran, no con benevolencia, sino con una malevolencia manifiesta, no quería yo que el partido conservador, en vez de agradecer mi defensa, me dijera que no necesitaba que le defendiese el Presidente del Consejo de Ministros.

Pero, en fin, el Gobierno ha tenido deficiencias: la [1125] Regia prerrogativa no ha sido tratada con aquella cortesía con que debe serlo; el partido conservador se ha visto en la necesidad de suplir la deficiencia del Gobierno en este punto; y ¿qué queréis demostrar con esto? ¿Que es más fervoroso defensor, más entusiasta, más decidido, más resuelto defensor de la Monarquía y de la dinastía? (El Sr. Conde de Toreno: No; cumple con su deber). Pues sea enhorabuena, ya lo ha cumplido. Yo me contento con que todos sean tan monárquicos como yo; pero si hay alguien que pretende serlo más, acepto con mucho gusto la pretensión y desde luego la resuelvo favorablemente al que la manifieste. (El Sr. Conde de Toreno: Pues yo no deseo que lo sea nadie más que yo). Pues yo sí, porque siéndolo me satisface; lo que siento es que hay algunos que lo son menos que yo. (El Sr. Conde de Toreno: Si hay quien lo sea más, será porque no se sea todo lo que se deba ser).

Suplico al Sr. Conde de Toreno que tenga la calma que he tenido yo y que hemos tenido todos para oír las cosas que aquí hemos oído.

De manera que, en último resultado, si quiere eso el partido conservador, se lo concedo; y después de concedérselo, le digo que la prerrogativa Regia no ha podido estar ni por un momento abandonada en el Congreso, donde está el partido conservador, que tan bien sabe defenderla, y aún me parece más grato que la defienda el partido conservador, si por acaso fuera atacada, que no el Gobierno, que pudiera parecer interesado en ello.

Pero es que yo declaro que no ha habido necesidad de esa defensa; que, en todo caso, bastaba hacerla dentro de los límites en que el Gobierno la ha hecho, porque estos cantos oídos que ahora se asombran y tanto se asustan de ciertas palabras, por lo visto pierden la susceptibilidad, pierden lo exquisito del órgano cuando se pronuncian otras más graves por sus propios amigos; y cuando se oyen en silencio ciertas cosas porque las dicen los amigos, no es lícito echar las campanas a vuelo porque otras personas menos importantes, dada su situación, las digan y las repitan.

Ahora dice el Sr. Martos que el Sr. Pedregal ha afirmado que la Reina Regente tenía concertado con el partido conservador un cambio de política para llevarnos a la guerra. (El Sr. Martos: No he dicho eso). Lo ha dicho S.S.; lo que hay es que lo que ha dicho S.S. no lo ha dicho ni querido decir el Sr. Pedregal.

Si hubiera dicho eso, entonces claro está que el Gobierno habría faltado a su deber no protestando en el acto; y es más, no hubiera cumplido con su deber el Sr. Presidente que tan dignamente nos preside. (Aprobación en la mayoría). Ni lo ha dicho, ni pensado, ni querido decirlo; lo que hay es que aquí parece que existe interés en que se digan ciertas cosas, interés que yo no comprendo, interés que no tiene explicación y que, si la tiene, no quiero yo dársela.

No; sólo por las palabras que pronunció el señor Pedregal el día anterior no había motivo para hacer semejantes comentarios ni suposiciones; pero después de las nobles palabras que ha pronunciado hoy, confirmando... (Rumores). ¿A qué esos rumores? Sí, confirmando, es verdad, las que dijo ayer, pero dándoles la explicación, el sentido y el alcance que tenían había aún menos motivo para dar a esas palabras otra explicación que la que el mismo autor les daba. Y cuando se han dicho cosas más graves, cuando para juzgar las mismas palabras del Sr. Pedregal pudiera yo decir algo sobre lo que ha inspirado a S.S. para pronunciarlas, no había motivo para tanto alboroto; porque al fin y al cabo, de las filas conservadoras o del partido conservador ha salido la idea expresada por el Sr. Pedregal, pero en forma mucho más dura, mucho más grave y mucho más peligrosa que la ha expuesto el Sr. Pedregal. (El Sr. Conde de Toreno: No es exacto; pido la palabra). ¿No es exacto? Pues voy a decir a S.S. si es o no exacto.

Aludiendo a los viajes de ciertos Príncipes o de ciertos Monarcas por estos o los otros países, el señor Pedregal ha hecho las observaciones que ha creído convenientes sobre si esos viajes pudieran o no influir en la política interior, no sólo de este país, sino de las demás Naciones a las que se hacen esas visitas, y eso no tiene nada de particular. Pero oigan los señores Diputados este párrafo de un periódico conservador. (Rumores en los bancos de la minoría conservadora. - El Sr. Pidal: ¿Responde S.S. de todo lo que dicen los periódicos ministeriales?). Cuando dicen cosas tan graves, las desautorizo. "Se trata, no de un extranjero cualquiera, dice el periódico, sino de un pariente tan cercano y tan ilustre de la Reina Regente, cuyos destinos, así como los del Rey D. Alfonso XIII, por fuerza han de interesarle más que al diario fusionista (contesta a otro periódico) y cuyos consejos, a todo evento, han de ser siempre más desinteresados y menos parciales que los de la sibila del Sr. Sagasta". (EI Sr. Conde de Toreno: ¿Y qué tiene que ver eso?). Pues eso es todo lo que encierra la gravedad de las palabras del Sr. Pedregal. (Rumores en la minoría conservadora). Por lo visto, para el partido conservador no tiene importancia decir que un Príncipe, por ilustre que sea, debe ser el que aconseje a S. M. la Reina, porque ha de aconsejarla mejor y más desinteresadamente que el Presidente del Consejo de Ministros. Pues una de dos: o tienen gravedad esas palabras, o no la tienen las del Sr. Pedregal. No voy, pues, a detenerme sobre este punto; doy por concluido este asunto.

El Gobierno ha cumplido con su deber, ha hecho lo que ha debido hacer, y a lo que no quiere contribuir ahora es a que, a propósito de una cuestión que no tiene nada que ver con la cuestión que se discute, se distraiga la atención acerca del debate que nos ocupa, el cual consiste en saber si se ha de discutir el presupuesto presentado por el partido conservador o el presupuesto presentado por el Gobierno.

Pues bien, en este punto no hay duda ninguna. Yo no voy a entrar ahora a exponer teorías constitucionales, ni a examinar si es o no constitucional lo que el partido conservador propone. Lo que sé es que propone la discusión de un presupuesto que lleva ya en ejercicio cerca de cinco meses, y que el Gobierno propone la discusión del presupuesto para 1890-91. ¿Qué se alega en favor del presupuesto del partido conservador? Que aprobado este presupuesto quedaría libre la Regia prerrogativa, y después podríamos discutir el presupuesto de 1890-91. ¿Y por qué esta diferencia? Porque el presupuesto de 1889-90 podría discutirse en tres días, y el presupuesto de 1890-91 tardaría tres meses en aprobarse. Pues aun [1126] empleando este argumento no se consigue nada, porque el presupuesto de 1889-90, según el partido conservador, por su parte quedaría discutido en tres días; pero ¿es que no hay más oposiciones en los Cuerpos Colegisladores que la minoría del partido conservador, ni más Diputados que quieran discutir el presupuesto? Pues con el mismo derecho que la minoría conservadora dice: "Yo para el presupuesto de 1889-90, porque es el presupuesto que yo prefiero, no emplearé más que tres días; pero en el otro voy a emplear tres meses", otras minorías podrían decir, y aún creo que lo dicen in pectore, que para el presupuesto de 1889-90 emplearían tres meses, mientras que para el de 1890-91 no invertirán mas que el tiempo necesario para su discusión. De manera que con esto no ganamos tiempo ninguno.

Y si no ganamos tiempo ninguno, ¿por qué no vamos discutir el presupuesto de 1890-91? Siento que el Sr. Cánovas no esté presente porque causa justificada lo retiene en su casa; pero el Sr. Cánovas, si estuviera presente, me podría decir qué procedimiento quería adoptar el partido conservador para discutir pronto el presupuesto de 1890-91; porque el Gobierno está dispuesto a emplear todos los procedimientos que conduzcan a este resultado, y además a admitir el procedimiento que proponga el partido conservador, con tal de que tienda d ese objeto; pero, puesto que no está el Sr. Cánovas del Castillo y, por lo visto, no se encuentra ninguno autorizado a contestar en nombre de la minoría conservadora, me reservo insistir sobre este punto cuando venga el Sr. Cánovas, en la seguridad de que, si la minoría conservadora quiere, el presupuesto de 90-91 estará discutido antes de quince días. (Un Sr. Diputado: Eso no es posible). Toda la vida ha sido eso posible, porque cuando han corrido prisa los presupuestos, las Cortes han cumplido con su deber dedicando todas las horas de sesión necesarias para discutirlos. Puesto que decís que es necesario discutir pronto los presupuestos para sacar la Regia prerrogativa del ahogo en que se la tiene, estamos en el caso de hacer lo que todas las Cortes han hecho y hacen cuando hay prisa para discutir leyes tan importantes como la ley de presupuestos.

Pero con este motivo el Sr. Martos, mal humorado por mis palabras de ayer relativas a la calificación que hice de aquellos Sres. Diputados que, sin ser conservadores, ayudan al partido conservador, tomando pretexto de este calificativo, ha supuesto, sin duda, que yo empleé la palabra Cirineos en la significación del interesante papel de Simón, papel simpático, noble, generoso, meritorio, que es uno de los significados que da el Diccionario de la lengua a la palabra Cirineo.

Pero no; ni a S.S. ni a sus amigos les asignaba yo papel tan simpático; el papel que yo les asignaba era el que da el Diccionario en la significación familiar de la palabra, que es: aquel que toma por oficio, por ocupación el ayudar a otro en su tarea; y como el oficio y la ocupación que SS. SS. han tomado hace tiempo no es otra que ayudar a los conservadores, por eso dije que eran los Cirineos del partido conservador. No había motivo para que S.S. se incomodara por la palabra, ni para que, no atribuyéndole yo el papel interesante de Simón, nos hablara aquí de Jesucristo, suponiendo que no había más Jesucristo que el país padeciendo bajo el poder de este Poncio Pilatos. ¡Ah Sr. Martos! pues ha sido un Poncio Pilatos cuyo poder no lo ha parecido a S.S. tan malo, porque más de una vez S.S. le ha ayudado y le ha dado la toalla para secarse las manos (Risas); porque S.S., que atribuye ceguedad al Gobierno, es el único que está aquí ciego, y no ve que con los ataques que me dirige a mí sobre hechos pasados, y aún sobre hechos presentes, no hace otra cosa que lo que aquel insensato que escupía al cielo. No se entretenga, pues, S.S. en escupir al cielo.

Y en su mal humor, S.S. ha tenido, no diré la vulgaridad, que yo no digo esas cosas de S.S. como S.S. no me excite; pero ha tenido el mal gusto de decir que con artes mañeras el Sr. Ministro de Hacienda, el Gobierno, había faltado a todos sus compromisos, olvidando todas sus palabras.

Aquí no ha habido compromiso que no se haya cumplido, ni palabra que se haya olvidado. Porque, después de todo, ¿cuál es el compromiso que el Gobierno adquirió? ¿Votar esa proposición, ese presupuesto ridículo? (El Sr. Fernández Villaverde: ¿Cómo ridículo, si es el vigente? -Rumores). Ridículo por la forma y ridículo como presupuesto para 1890-91. (.El Sr. Fernández Villaverde: No es para 1890-91). Pues entonces, ¿para qué lo queréis, si rige actualmente? (El Sr. Espinosa: ¿Pero qué ofreció el Gobierno votar?). Una proposición que el partido conservador, a pesar de su habilidad, no ha sabido redactar.

Ridículo por la forma y ridículo como presupuesto de 1890-91. (El Sr. Fernández Villaverde: Es la forma que tiene en la Gaceta. -El Sr. Cos-Gayón: Quede lo de ridículo). ¿Pero tiene la forma en la Gaceta para el año actual? No; para 1890-91. (El Sr. Fernández Villaverde: Pues para este año está presentado). Pero, señor marqués de Pozo Rubio, si no se vota para el ano de 1890-91, ¿para qué se vota? (El Sr. Fernández Villaverde pide la palabra). ¿Para que rija este año? Pues no hay necesidad de votarlo, porque ya rige. (Grandes rumores. -El Sr. Fernández Villaverde pronuncia algunas palabras que no se perciben).

Declaro que todavía es más ridículo lo que proponéis, puesto que aspiráis a que se vote y discuta lo que está discutido y votado. (Rumores).

¿Qué, no se vota para que rija en 1890-91? (Varios Sres. Diputados: No). ¿Luego se vota para que rija sólo este año? (Varios Sres. Diputados: Sí). ¿Y hay necesidad de votar lo que rige por la ley y la Constitución? Pues declaro que será una votación ridícula votar una cosa que rige por la Constitución sin necesidad de votación ninguna; y votarlo, Sres. Diputados, cuando lleva cinco meses de ejercicio, para que rija los siete meses restantes, cuando eso ha de ser sin necesidad de votación, porque está rigiendo con arreglo a la Constitución, ¿a qué vamos a votar lo que no necesita votación? (El Sr. Espinosa: ¿Para qué lo ofreció S.S.? -Rumores. -El Sr. Romero Robledo: No están enterados SS. SS. de lo que son presupuestos. -El señor Ruiz Martínez, D. Rafael: Aquí todas las cosas las sabe el Sr. Romero Robledo, según demostró ayer al hablar de presupuestos). [1127]

Mi argumento es el siguiente, sin que pueda molestar a nadie: ¿se vota sólo para que rija este año? Pues es ridículo hacerlo, porque rige por la Constitución y no hay necesidad de votación alguna para que siga rigiendo. (El Sr. Fernández Villaverde: Es una prórroga. -Grandes rumores). ¿Es que queréis que no sirva sólo para este año, sino que sirva para el año que viene? Pues para el año que viene declaro que el presupuesto es ridículo. (Un Sr. Diputado: Pues claro). Como que no sirve para 1890-91, y además porque no podría seguir con arreglo a la Constitución, como no fuera votado y discutido; y como para ser votado y discutido se ha de tardar tanto como en discutir y votar el de 1890-91, resulta preferible discutir este último.

Aquí, pues, no ha habido falta a compromiso ninguno; el Gobierno no ha faltado a ningún compromiso; el Gobierno no ha hecho lo que han hecho otros: adquirir ciertos compromisos para conquistar ciertas posiciones; adquirirlos solemnemente a la faz de la nación, y una vez conquistadas esas posiciones, olvidarse de sus palabras y faltar a sus compromisos.

No tengo más que decir. (Muy bien) [1128]



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